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Comentario de la liturgia

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domingo 17 de noviembre

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por Mariola López Villanueva RSCJ

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Evangelio: San Lucas 21, 5-19

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En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: <<Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido>>. Ellos le preguntaron: <<Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?>>. Él contestó: <<Cuidando con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo «Yo soy», o bien «El momento está cerca»; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida>>. Luego les dijo: <<Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas>>.

[/vc_column_text][vc_column_text]EVANGELIO DIARIO 2019 – Edit Mensajero – Librería Claret[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

<<Cuidado con que nadie os engañe>>. San Ignacio advierte con frecuencia que pidamos  gracia para ser prevenidos de las tretas del enemigo y, sobre todo, de los autoengaños, mucho más difíciles de detectar.

Ante las realidades que vivimos, los procesos que acontecen en el mundo y la multiplicidad de informaciones e intercambios, necesitamos lucidez y sinceridad con nosotros mismos, y una carga contemplativa que ilumine nuestro corazón. Acoger la realidad y proyectar sobre ella la luz del Evangelio y sus modos desarmados. Pedir gracia para leer sus señales y reconocer en qué medida peleamos por nuestras causas o vivimos para la causa de Jesús. Causa que significa asumir el conflicto y el rechazo por defender a los pobres y pequeños, cargar con nuestra ambigüedad – esa mezcla que nos constituye de bien y de mal- y caminar junto a otros, perdonándonos y animándonos mutuamente. Porque nadie nos quita la vida: la vamos poniendo con Jesús en el regazo amoroso del que no deja un solo instante de cuidarnos. 

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