Mi nombre es Elena María Perera Hernández, y mi vida ha sido un continuo aprendizaje, primero como alumna y ahora como educadora, dentro de la familia del Sagrado Corazón. Cada día, en el colegio de Fuerteventura, intento vivir y transmitir el legado de nuestra fundadora, llevando a mis alumnos no solo conocimientos, sino también el amor transformador de Jesús.
Como Pedro, muchas veces he sentido el cansancio y la incertidumbre frente a los desafíos de la vida y la educación, pero este pasaje me recuerda que confiar en Jesús y «echar las redes» con fe siempre da frutos abundantes, incluso en los momentos más difíciles. Es en esa entrega diaria, en ese acto de confiar, donde encuentro sentido y fortaleza para seguir adelante.
Lc 5, 1-11
La gente se agolpaba junto a él para escuchar la Palabra de Dios, mientras él estaba a la orilla del lago de Genesaret.
Vio dos barcas junto a la orilla, los pescadores se habían bajado y estaban lavando sus redes. Subiendo a una de las barcas, la de Simón, le pidió que se apartase un poco de tierra. Se sentó y se puso a enseñar a la multitud desde la barca. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
—Boga lago adentro y echa las redes para pescar.
Le replicó Simón:
—Maestro, hemos bregado toda la noche y no hemos sacado nada; pero, ya que lo dices, echaré las redes.
Lo hicieron y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes. Hicieron señas a los socios de la otra barca para que fueran a echarles una mano. Llegaron y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.
Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús y dijo:
—¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador!
Pues el estupor se había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad de peces que habían pescado. Lo mismo sucedía a Juan y Santiago, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Jesús dijo a Simón:
—No temas, en adelante serás pescador de hombres.
Entonces, atracando las barcas en tierra, lo dejaron todo y le siguieron

El pasaje del Evangelio según San Lucas (Lc 5, 1-11), conocido como la pesca milagrosa, nos ofrece una profunda enseñanza sobre la confianza en Jesús y la llamada a seguirle. Desde la perspectiva de una profesora dentro de la familia del Sagrado Corazón, cuyo objetivo es transmitir el carisma educador de Santa Magdalena Sofía Barat, este texto puede interpretarse como un reflejo de la invitación a vivir una vida de entrega y servicio, centrada en el amor de Jesús.
Santa Magdalena Sofía Barat nos enseñó que el corazón de Jesús es la fuente de toda gracia y la inspiración para vivir nuestra vocación con generosidad y amor. En este sentido, el pasaje de la pesca milagrosa invita a una entrega confiada, como la de Simón Pedro, quien, a pesar de su cansancio y fracaso, decide confiar en la palabra de Jesús y echar las redes. De esta obediencia no solo resulta una abundante pesca, sino una transformación profunda que lo lleva a reconocer su limitación y a experimentar la misericordia de Jesús.
El carisma del Sagrado Corazón se basa en un amor que no se detiene ante la fragilidad humana, sino que busca la conversión y la misión. Jesús, al llamar a los discípulos a ser «pescadores de hombres y mujeres», les invita a compartir con los demás ese amor transformador, un amor que Santa Magdalena Sofía Barat vivió y transmitió a través de su obra educativa y espiritual. La misión de las Religiosas del Sagrado Corazón y de los educadores que la seguimos es precisamente esa: ser instrumentos del amor divino, llevando la palabra de Dios a los corazones necesitados de esperanza y renovación. Algo que nos golpea de frente en estos tiempos que vivimos.
La pesca milagrosa puede verse como la misión de nuestros colegios: lanzar las redes del amor de Cristo en el mar de la humanidad, confiando en que, aunque el esfuerzo humano sea insuficiente, la gracia de Dios siempre colma nuestras expectativas de una manera inesperada y abundante. Este acto de fe, confianza y entrega es central en la espiritualidad del Sagrado Corazón, que nos llama a seguir a Jesús con un corazón lleno de amor y generosidad, dispuestos a darlo todo por el bien de los demás.
Así, el pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestra propia respuesta a la llamada de Jesús. Al igual que los primeros discípulos, estamos llamados a dejar todo atrás y seguirle, confiando en que, al hacerlo, nuestras vidas se llenarán de sentido y abundancia, no en términos materiales, sino en el amor y la misión que Jesús nos encomienda.
Muchas gracias, Helena por tu reflexión «desde dentro»