Josep Maria Llull, durante 34 años acompañando procesos de crecimiento de alumnos de Batchillerato en Diputació de Barcelona. Empezando una nueva etapa de vida con la jubilación. Caminar, escuchar, sentir, estar al lado, agradecer…para seguir a Jesús en este siglo XXI.
Mc 12, 28b-34
Se acercaron unos saduceos, quienes niegan la resurrección, y le dijeron:
—Maestro, Moisés nos dejó escrito que cuando uno muera y deja a su mujer sin hijos, su hermano debería casarse con la mujer para así dar descendencia a su hermano difunto.
Eran siete hermanos: el primero se casó y murió sin descendencia; el segundo tomó a la viuda y murió sin descendencia; lo mismo el tercero. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos murió la mujer.
En la resurrección, [cuando resuciten,] ¿de cuál de ellos será la mujer? Pues los siete estuvieron casados con ella.
Jesús les respondió:
—Andáis descaminados, porque no entendéis las Escrituras ni el poder de Dios. Cuando resuciten de la muerte, los hombres y las mujeres no se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo. Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés el episodio de la zarza? Dios le dijo:
Yo soy el Dios de Abrahán,
el Dios de Isaac,
el Dios de Jacob.
No es un Dios de muertos, sino de vivos. Andáis muy descaminados.
Un letrado que escuchó la discusión y al ver lo acertado de la respuesta, se acercó y le preguntó:
—¿Cuál es el precepto más importante?
Jesús respondió:
—El más importante es:
Escucha, Israel,
el Señor nuestro Dios es uno solo.
Amarás al Señor, tu Dios
con todo tu corazón,
con toda tu alma,
con toda tu mente,
con todas tus fuerzas.
El segundo es:
Amarás al prójimo
como a ti mismo.
No hay precepto mayor que estos.
El letrado le respondió:
—Muy bien, maestro; es verdad lo que dices: el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él. Que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Al ver Jesús que había respondido acertadamente, le dijo:
—No estás lejos del reino de Dios.
Y nadie se atrevió a dirigirle más preguntas.
Todos preocupados por poner en problemas a Jesús, el maestro, y muchos de nosotros podemos reconocernos en la actitud de poner problemas al otro, en vez de escuchar la propuesta nueva que nos puede aportar otro hermano.
Y para ello, a menudo negamos la evidencia, la realidad, lo que pasa, y nos enredamos en disquisiciones “teóricas” o “conceptuales”.
Realmente no sabemos nada de lo que nos va a pasar después de la muerte, lo que sabemos es cómo vivimos y nos cuesta escuchar y acoger la llamada de Jesús a vivir ya el Reino aquí entre nosotros con un cambio de vida abierto a los demás.
Las costumbres de cada cultura siempre han nacido con una intención de arreglar algo, de que funcione la vida de cada día, aunque no siempre en beneficio o al servicio de los más humildes de esta sociedad, sino más bien en defensa de quienes poseen el poder.
Y precisamente esta llamada de Jesús a que todo el mundo, como hijo amado de Dios Padre, pueda vivir en plenitud no esclavizado por las leyes o costumbres, es lo que más descoloca a los poderosos y también a los humildes del tiempo de Jesús y también de nuestros tiempos.
La libertad de Jesús para no arrodillarse ante el “insolente” poder y dar importancia a la vida de todos, a la realidad, a lo que vivimos, a lo que tocamos.
Ama a Dios por encima de todo y ama a tu prójimo, porque cómo nos recordará Juan en sus cartas, quién no ama a su hermano que ve, ¿cómo puede decir que ama a Dios a quien no ve?
Esta es la encarnación de Dios, y de su amor por nosotros, que más nos atestigua Jesús. Dios para poder ser, pide permiso a una chica para «venir» (adviento, advenere) para encarnarse, y Dios se encarna en cada uno de nosotros, y de toda su creación desde siempre, y a cada uno de nosotros nos pide permiso, pacientemente, sin prisa, en espera de nuestra colaboración para poder llevar a cabo su plan.
Por eso en el evangelio de Lucas Jesús en la parábola del buen samaritano, al maestro de Ley le hace la pregunta, – ¿Cuál de estos tres te parece que se comportó como prójimo del hombre que cayó en manos de los bandoleros? El buen samaritano, que se detiene para amar lo que está sufriendo, frente al estudioso de las leyes de Dios y al sacerdote de Dios.
Que sepamos todos nosotros también dejar de poner pegas “teóricas” a Jesús, y aprendamos a reconocer en la realidad a nuestro prójimo como aquel necesitado del amor de Dios que nosotros podemos aportar.
COMENTARIO EN CATALÀ
Tots preocupats per posar en problemes a Jesús, el mestre, i molts de nosaltres ens podem reconèixer en l’actitud de posar problemes a l’altre, en comptes d’escoltar la proposta nova que ens pot aportar un altre germà.
I per fer-ho, sovint neguem l’evidència, la realitat, el que passa, i ens emboliquem en disquisicions “teòriques” o “conceptuals”.
Realment no sabem res del que ens passarà després de la mort, el que sabem és com vivim i ens costa escoltar i acollir la crida de Jesús a viure ja el Regne aquí entre nosaltres amb un canvi de vida obert als altres.
Les costums de cada cultura sempre han nascut amb una intenció d’arreglar quelcom, de que funcioni la vida de cada dia, encara que no sempre en benefici o al servei dels més humils d’aquesta societat, sinó més aviat en defensa dels que posseeixen el poder.
I precisament aquesta crida de Jesús a que tothom, com a fill estimat de Déu Pare, pugui viure en plenitud no esclavitzat per les lleis o costums, és el que descol·loca més als poderosos i també als humils del temps de Jesús i dels nostres temps.
La llibertat de Jesús per no agenollar-se davant de l ‘insolent poder i donar importància a la vida de tots, a la realitat, al que vivim, al que toquem.
Estima a Déu per damunt de tot i estima al teu proïsme, perquè com ens recordarà Joan a les seves cartes, qui no estima al seu germà que veu, com pot dir que estima a Déu que no veu?
Aquesta és l’encarnació de Déu, i del seu amor per nosaltres, que més ens testimonia Jesús. Déu per poder ser, demana permís a una noia per “venir” (advent, advenere) per encarnar-se, i Déu s’encarna en cadascú de nosaltres, i de tota la seva creació des de sempre, i a cadascú de nosaltres ens demana permís, pacientment, sense pressa, tot esperant la nostra col·laboració per poder dur a terme el seu pla.
Per això a l’evangeli de Lluc Jesús en la paràbola del bon samarità, al mestre de Llei li fa la pregunta, – Quin d’aquests tres et sembla que es va comportar com a proïsme de l’home que va caure en mans dels bandolers? El bon samarità, que s’atura per estimar el que està patint, front l’estudiós de les lleis de Déu i el sacerdot de Déu.
Que sapiguem tots nosaltres també deixar de posar pegues “teòriques” a Jesús, i aprenguem a reconèixer en la realitat el nostre proïsme com aquell necessitat de l’amor de Déu que nosaltres podem aportar.
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