María Esperanza Aguilar Martínez, profesora/educadora desde hace 25 años en el Colegio Santa María del Valle, en el Aljarafe sevillano. También madre de tres jovencitos, misionera ocasional en mi juventud y con muchos años de dedicación a la Pastoral de Jóvenes, tanto en colegios como en Parroquias.
Lc 2, 41-52
Por las fiestas de Pascua iban sus padres todos los años a Jerusalén.
Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según costumbre. Al terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran. Pensando que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos.
Al no encontrarlo, regresaron a buscarlo a Jerusalén.
Al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban atónitos ante su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo:
—Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
Él replicó:
—¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo estar en la casa de mi Padre?
Ellos no entendieron lo que les dijo.
Regresó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
Jesús progresaba en [el] saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres.
Es este texto empieza hablando de una tradición: la Pascua judía; fiestas, tradiciones como las que vivimos ahora en Navidad, que nos llevan a lo seguro, nos llevan a una costumbre, a lo ya establecido. Pero también en este texto pasa algo sorprendente: que alguien se pierde, pero se pierde para encontrarse. Porque ese niño realmente buscaba su verdadero sentido de existir, su verdadero camino, que era estar en el templo con su Padre, haciendo lo que tenía que hacer.
Vemos además a una madre desesperada que busca porque no encuentra y es ahí donde podemos identificarla con nosotros mismos. Siempre en búsqueda, mirando entre la gente, buscando en lo cotidiano… cuando se nos olvida realmente buscar donde tenemos que ir a buscar, que es en la casa de Dios, y en la casa que Él nos dio para que habitase, que es nuestro corazón.
Todavía cuando encuentra a su hijo hay una confrontación y es un momento de darse cuenta realmente dónde debemos estar, cuál es el sentido de nuestro existir.
Termina el texto diciendo que todas aquellas palabras que su hijo le dijo “las guardó en su corazón” donde realmente debe residir el mensaje de Dios.
No podemos hacer de cada Navidad una tradición vacía: tenemos que salir a buscar el sentido real, tenemos que buscar a Dios donde realmente sabemos que está. Comprendamos, como María, cuál es realmente nuestra misión como cristianos y démosle un sentido a nuestra existencia y…guardemos todo en nuestro corazón…
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