Desde allí fueron recorriendo Galilea, y no quería que nadie lo supiera. 
  A los discípulos les explicaba: 
   —Este Hombre va a ser entregado en manos de hombres que le darán muerte; después de morir, al cabo de tres días, resucitará. 
  Ellos, aunque no entendían el asunto, no se atrevían a preguntarle. 
 
  Llegaron a Cafarnaún y, ya en casa, les preguntó: 
   —¿De qué hablabais por el camino? 
  Se quedaron callados, pues por el camino iban discutiendo quién era el más grande. 
  Se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: 
   —El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos. 
  Después llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos, lo acarició y les dijo: 
  —Quien acoja a uno de estos niños en atención a mí, a mí me acoge. Quien me acoge a mí, no es a mí a quién acoge, sino al que me envió. 


 

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