Soy profesora de ESO en el colegio Santa Magdalena Sofía de Zaragoza, miembro de la gran familia de la Fundación Educativa Sofía Barat
Lc. 3, 10-18
Entonces le preguntaba la multitud:
—¿Qué debemos hacer?
Les respondía:
—El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; otro tanto el que tenga comida.
Fueron también algunos recaudadores a bautizarse y le preguntaban:
—Maestro, ¿qué debemos hacer?
Él les contestó:
—No exijáis más de lo que está ordenado.
También los soldados le preguntaban:
—Y nosotros, ¿qué debemos hacer?
Les contestó:
—No maltratéis ni denunciéis a nadie y contentaos con vuestra paga.
Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban por dentro si Juan no sería el Mesías, Juan se dirigió a todos:
—Yo os bautizo con agua; pero viene uno con más autoridad que yo, y yo no tengo derecho para soltarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
Ya empuña el bieldo para aventar su era: reunirá el trigo en el granero, y quemará la paja en un fuego que no se apaga. Con otras muchas palabras anunciaba al pueblo la Buena Noticia.
En este relato evangélico nos encontramos a gentes muy diversas (recaudadores, soldados, el pueblo, una multitud…) que se acercan a Juan para ser bautizados y le preguntan sobre lo que deben hacer.
Juan -un hombre muy especial, un profeta- que se dedica a bautizar con agua a aquellos buscadores de una vida más plena, más feliz, con más sentido. Que siguen a la espera de quien lo haga realmente posible. Y sabe que ese mesías esperado, no es él.
Las respuestas que da a quien le pregunta son simples: a la multitud que comparta sus bienes con quienes les falta, a los recaudadores que no se aprovechen de su cargo para enriquecerse (malversación, lo llamamos hoy) y a los soldados que no abusen de su poder.
Y sintiendo que siguen confundidos les aclara la situación: él no es el Mesías, el Salvador, el Cristo. Se limita a esperarlo, haciendo lo que mejor sabe y puede: anunciando su llegada para que estemos preparados y no nos dejemos confundir.
Quizás sea una buena cosa, para este Adviento, estar atentos para no dejarnos arrastrar por los falsos mesías (me parece que hoy podrían ser los líderes populistas de cualquier ideología y todos aquellos que les sirven) y preparar nuestro corazón para recibir al verdadero.
Gracias, Teresa. Que no nos dejemos confundir: la vida se juega en la justicia y el servicio