Licenciada en Filosofía y Letras, y en Teología. Antes de la jubilación daba clase en el Centro de Enseñanza Superior “Cardenal Spínola” de Sevilla, en el área de Humanidades, y colaboraba en la Escuela de Teología de Seglares. Es Archivera de las rscj de España. Da Ejercicios espirituales, dirige retiros y talleres de oración y colabora en formación de catequistas…
Lucas 3, 15-16. 21-22
En aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego». Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».

Había oído hablar de él. Un judío radical, anunciador del Mesías, que predicaba junto al Jordán y bautizaba allí a quienes se sentían llamados a convertirse, a empezar de nuevo… Hacía ya un tiempo que había dejado a su madre en el pueblo y buscaba, porque sentía que Dios estaba cerca y quería decirle algo. No le gustaba mucho lo que algunos contaban de Juan, porque el Dios que anunciaba era más juez que padre, pero decidió enterarse por sí mismo y se puso en camino, atravesando parajes desérticos.
Todavía lejos oyó el murmullo de la gente, y al acercarse vio a Juan metido en el río y una larga fila de hombres muy diversos: soldados, publicanos… que se sumergían para ser bautizados. Algunos preguntaban qué tenían que hacer para que el Mesías no los destruyera en su venida, que parecía próxima.
Hacía mucho calor cuando decidió ponerse en la cola, y tuvo que esperar un largo rato. Cuando Juan lo vio, lo miró de una forma extraña: aquel hombre que se acercaba parecía muy concentrado… ¿en qué estará pensando? – se preguntó. Pero no dijo nada.
Cuando llegó su turno descendió a aquellas aguas sucias y calientes. Entonces entendió: ese era su sitio, el que su Padre Dios le había destinado: acercarse a los pecadores, anunciar la misericordia y el amor del Padre, curar toda dolencia… La experiencia fue estremecedora… Se sintió no solo enviado, sino Hijo. Supo que su Padre estaba y estaría con él siempre, y esa convicción era tan fuerte que merecía la pena arriesgar la vida.
Me ha encantado! Gracias por tus sabias palabras y tu manera de acercarnos a Jesús Rosa.
Espero poder leer más comentarios como estos 😘
Muchas gracias Rosa. Tus comentarios son muy clarificadores y nos acercan a Jesus