Lc 21, 25-28.34-36
Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas.
En la tierra se angustiarán los pueblos, desconcertados por el estruendo del mar y del oleaje.
Los hombres desfallecerán de miedo, aguardando lo que se le echa encima al mundo; pues las potencias celestes se tambalearán.
Entonces verán al Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria.
Cuando comience a suceder todo eso, erguíos y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación.
Poned atención, que no se os embote la mente con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, de modo que aquel día no os sorprenda de repente, pues caerá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra.
Velad en todo momento, pidiendo poder escapar de cuanto va a suceder y presentaros ante el Hijo del Hombre.
Quizás sea una percepción personal, pero leer en la actualidad un fragmento apocalíptico nos trae muchas (¿demasiadas?) resonancias. Los signos de la primera parte (angustia, desconcierto, estruendo, desfallecimiento…) pueden incluso sernos familiares y no solamente en situaciones dramáticas como las que se vivieron hace más de un mes en las riadas de Valencia, sino como sombras constantes de tambores de guerra, y colapsismo social y climático.
Sin embargo, el lenguaje apocalíptico viene preñado de esperanza y ese es el mensaje central del evangelio de hoy. La aparición del Hijo del Hombre provoca que los cuerpos se yergan y las cabezas se levanten: de la angustia y el desfallecimiento se pasa a la conciencia de liberación. Y es que, como dice el teólogo F. Javier Vitoria: “la esperanza cristiana es más fuerte que las circunstancias históricas que vivimos pues depende exclusivamente de la Promesa de Dios”.
Levantar la cabeza, erguirse, poner atención y velar, son la invitación para este primer domingo de Adviento. Necesitamos de un tiempo personal y litúrgico para tomar conciencia de la fuerza de lo que está por llegar, de la fuerza de quien está por llegar… Tiempo para abrir los ojos y descubrir que el poder y la gloria que nos acerca a la liberación, no viene en forma de ningún salvador de patrias o influencer del tres al cuarto, sino en forma de un niño nacido en un pesebre.
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