Hace unos días contactamos con Cristina Inogés para pedirle una breve entrevista escrita sobre el Sínodo.
Ella es miembro con voz y voto, y sus aportaciones durante el Sínodo y fuera de él son muy apreciadas y reconocidas. Enseguida mostró su disponibilidad para colaborar con nuestra web, cosa que le agradecemos enormemente.
Ya de lleno en la segunda etapa de la Asamblea del Sínodo de los Obispos, sus palabras nos ayudan a resituarnos con la confianza de que el Espíritu es el que siempre conduce.
Poco a poco hemos ido tomando conciencia de la importancia de este Sínodo 2021-2024… Sobre todo tras la primera sesión de la Asamblea de octubre 2023… ¿Cuál ha sido la actividad del Sínodo en estos once meses desde entonces?
Se han seguido recogiendo aportaciones de los grupos que han seguido participando a partir del documento de la Asamblea. La verdad es que ha sido interesante ver cómo se ha continuado con la reflexión y, sobre todo, poniendo en práctica la conversación en el Espíritu. Se ha revelado no como «el» modelo único, pero sí como un modelo para la escucha en profundidad. Y, los padres y madres sinodales, hemos seguido trabajando para que la sinodalidad no sea algo solo del Sínodo. Lo importante es no dejar de vivirla para que se convierta en una forma de ser eclesial.
En la «Carta al pueblo de Dios» el 25 de octubre de 2023 se dice que ha sido una «experiencia sin precedentes» ¿En qué concretarías esa expresión desde ti?
Ha sido una experiencia sin precedentes, porque es la primera vez que todo el pueblo de Dios ha sido convocado para participar y, no sólo. También fueron invitados cristianos de otras confesiones, creyentes de otras religiones e, incluso no creyentes. Ha sido muy importante porque todos hemos visto que somos capaces de pensar, que podemos expresar esas ideas escuchándonos unos a otros, y que, ¡por fin!, nuestra voz ha sido escuchada.
Al principio, los laicos solo formábamos parte de las comisiones y, en mi caso, se me encargó la meditación del acto de apertura. Era la primera vez que eso sucedía en 2000 años de historia…
Cuando se acercaba la Asamblea de octubre de 2023, Francisco decidió ampliar a laicos/as, sacerdotes, y religiosos/as y él mismo decidió quienes íbamos a ir a esa Asamblea. Yo estaba en esa lista con voz y derecho a voto. Así que, de verdad, ha sido una «experiencia sin precedentes».
¿Cuál va ser el objetivo de la segunda etapa de la Asamblea de Obispos que se celebrará en octubre en el Vaticano?
Ir centrando los temas que se le presentarán a Francisco al final. Tenemos que recordar que el Sínodo no tiene capacidad jurídica para cambiar leyes,, pero sí para hacer propuestas. Nos seguiremos escuchando y, sobre todo, escuchando al Espíritu.
¿Qué temas han quedado fuera de agenda o no se han abordado y consideras que la Iglesia deberá retomar?
En realidad ninguno. Todos se van a seguir tratando, pero de distinta manera porque algunos requieren una reflexión más profunda. Hay temas que están siendo tratados por unas comisiones que trabajan junto a los dicasterios y que, en esta próxima Asamblea nos van a decir cómo van sus reflexiones y su trabajo. Es evidente que, algunas realidades no se van a poder hacer realidad de la noche a la mañana. Tenemos que tener muy claro que la mayoría de las propuestas que han llegado de todo el pueblo de Dios, serán posibles si cambian algunas estructuras. Esa es la clave y no debemos perderla de vista. Lo esencial y más necesario es el cambio de estructuras y, nosotros, podemos trabajar en ese cambio. Porque tenemos que ser adultos en la fe y no estar dependiendo y esperando que todo nos lo den hecho.
En el último cuaderno de Cristianisme i Justícia del que eres autora, bajo el título «Del Sínodo al jubileo: construyendo comunidad en diálogo» vinculas Sínodo 2021-24 y Jubileo 2025. ¿Cuál es el hilo que une ambos acontecimientos y al que se nos invita transitar?
Si hemos seguido las indicaciones para la preparación del Jubileo 2025, vemos que el primer año de preparación (2023) consistió en recuperar los grandes documentos del concilio Vaticano II. La eclesiología de comunión, la eclesiología del pueblo de Dios es el gran hilo conductor.
Estamos en una nueva fase de recepción del Vaticano II y, la eclesiología de comunión fue fundamental. Seguimos profundizando en esa realidad que todavía está por desarrollar y vivir al 100%. Por decirlo más gráficamente, hemos caminado juntos y, ahora, nos encontramos para celebrar y vivir la esperanza.
La esperanza está en la resonancia que el Espíritu de Dios suscite, y que el pueblo de Dios acoja.