Con esas dos palabras definiría mi estancia en Polonia y la participación en la Asamblea. No iba con expectativas ni con ideas preconcebidas. Iba simplemente preparada para vivir lo que fuera surgiendo. Ahora, cuando quiero comunicar lo que me ha quedado en el corazón, me doy cuenta de que viví un enorme desafío con muchas caras y me pregunto si sabré (y si sabremos) estar a la altura, en esta nueva convivencia que empieza, porque la acogida y disponibilidad vivida en estos días, sobrepasa lo que puedes esperar en el mejor de los sueños y te deja chiquitita y con necesidad de aprender.
Las comunidades de Polonia nos ofrecieron lo mejor de lo mejor de sus casas, de sus comidas, de sus vinos, de su música, de la belleza de Varsovia, de su decoración navideña, de su estar siempre disponibles ante cualquier necesidad por pequeña que fuese, de su compañía discreta y cariñosa, de sus liturgias cuidadas donde nunca faltó el español, incluso la Eucaristía del último día fue entera en nuestra lengua. Un listón altísimo de todo lo bueno que te hace la vida agradable, sentirte querida por tus hermanas y que te ayuda a superar cualquier dificultad.
Imposible volver con todos los nombres aprendidos, pero sí con el corazón más lleno y la certeza de que el camino por recorrer va a ser lento, largo, compartido paso a paso y lleno de aprendizajes del corazón.
¡GRACIAS!

Bravo, Matilde por hacer camino. Aquí nosotras en ANAM estamos teniendo con frecuencia Zooms y ya tuvimos la Asamblea del paso del Capítulo. Me alegra saber de ti y verte tan dispuesta como siempre. Un fuerte abrazo. Ada,rscj