Los 13 años que pasé en el Tchad 1974-1987 con una experiencia de unos meses en el Congo para ver cómo vivían las hermanas africanas.  

Y en Latinoamérica 5 años en Paraguay, relacionándonos con Argentina, y los otros 5 de Venezuela. 

Nunca lo había pensado hasta que estando en La Almunia leí una llamada de la Casa Madre pidiendo personal para Paraguay, para el Colegio y para una casa de Ejercicios y pensé que por qué no. 

Al comentarlo en la Comunidad coincidí con M. Camen Rosales que se ofrecía para el Colegio 

El encuentro con personas de una categoría humana extraordinaria, entre ellos Eli Tao, un cristiano capaz de vivir y compartir su fe con toda generosidad y naturalidad, y el grupo de leprosos que encontré cuando por la guerra tuvimos que dejar N’Djaména, la capital, y  refugiarnos en Sieke (Bongor). De ellos recibí una gran, la mayor, lección de generosidad como fue entregar todo el dinero que habían reunido casi en un año vendiendo los tomates que cultivaban y vendían -y no era poco el trabajo de sacar el agua del pozo con sus muñones- a uno del grupo poco colaborador porque uno de sus hijos -sano, pero algo calavera- si no lo pagaba iba a la cárcel. «Sabemos que lo ha hecho mal, pero su padre sufre tanto”…Y era la primera vez que disponían de un dinero que no habían recibido. 

El de una mujer que sabe pagar el precio de lo que quiere conseguir. 

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