El mar en mi vida
Desde que vine al mundo, mi horizonte ha sido el mar. Lo que para mí ha sido expansión y anchura, para otros supone agobio y ansiedad. A menudo escucho a los que no son isleños el esfuerzo que les supone vivir en una isla de la que no pueden salir tan fácilmente. En Mallorca no hay más: de Este a Oeste 70 km. Y de Norte a Sur un poco más de 100 km. Pero algo debe de tener esta tierra que ha atraído a tantas culturas a lo largo del tiempo: fenicios, griegos, romanos, musulmanes, cristianos… han dejado en ella su huella, y seguramente el ancho horizonte del mar dejó una honda huella en ellas.
Mi relación con el mar ha ido cambiando a lo largo del tiempo, pero sin duda, ha sido siempre un lugar al que volver, especialmente a la casa familiar a orillas del mar en el Puerto de Pollença, en el norte de la isla.

Es un recuerdo vivo y presente la impresión abrumadora que ejercía el fondo marino en mi infancia. En casa teníamos un barco y podíamos salir a navegar a calas escondidas e inaccesibles. Lo que más deseaba era ponerme las gafas y bucear… me sentía envuelta por el silencio y la belleza, y me gustaba descender tanto como podía para rescatar algún tesoro. Me asombraban las algas, los peces de distintos colores, los corales y el azul intenso del mar.
En mi adolescencia el mar fue más bien un objeto de disfrute. Lo que hoy es para mí una aberración entonces me seducía: la velocidad sobre el mar y la oportunidad de compartir juegos y diversión con mis primos y primas y con la pandilla.
En mi adultez me gusta más contemplar el mar desde fuera y mantener una relación silenciosa y sosegada con él, como cuando cojo la piragua y el silencio solo se ve roto por el sonido de las paladas. Disfruto mucho de esa conjunción hecha de esfuerzo, sol, salitre, horizonte, rocas, verde… O como cuando me dejo acariciar por el vaivén suave de sus olas. Me siguen asombrando sus colores: verdosos, turquesas, marinos… ¡Mediterráneo!
Y me apena y me angustia la devastación de nuestros mares ahogados por la presión del turismo y por un ocio que lo explota y lo degrada. Los fondos marinos de mi infancia han desaparecido bajo el impacto de yates, lanchas, motos de agua y vertidos.
El mar bien podría ser para mí una imagen para nombrar a Dios y su Amor: ancho, largo, profundo, inabarcable, inmenso, y su invitación: sumergirme en él y dejarme empapar…
¡Gracias, mar mediterráneo, por ser testigo fiel de mi vida! ¡Gracias por hacerme saber siempre en casa y bienvenida!
Ha disfrutado la naturaleza a gran dimensiòn, la felicito porque el mar para mí desde fuera es un bálsamo me seda al ciento por ciento pero ir al fondo del mar eso nunca lo haré porque me da terror y mire qué contradicciòn: admiro el fondo del mar pero siempre desde afuera. La felicito por hacer del su preferida diversión de juventud.
Me ha gustado mucho tu experiencia total en el mar y cómo evolucionas con él en tu sentir. Gracias Patricia