«Siempre es invierno» es una película de David Trueba en la que vuelve a trabajar con David Verdaguer como protagonista, tras su exitosa colaboración en «Saben aquell» (2023). 

Basada en su novela «Blitz», el director y guionista explora la difícil búsqueda de ese espacio emocional en el que refugiarnos y estar a salvo del frío y la lluvia. Ese rincón cálido y acogedor donde podemos ser nosotros mismos sin miedo al juicio o al ridículo, conscientes de que con demasiada frecuencia caminamos de puntillas por la vida, buscando aplausos o queriendo complacer a los demás a cualquier precio, fabricando una imagen falsa o distorsionada de nosotros mismos. 

Miguel (David Verdaguer) y su pareja Marta (Amaia Salamanca) viajan a Lieja (Bélgica) para asistir a un congreso de arquitectura en el que él va a presentar un proyecto de paisajismo. Lo que debía ser unos días centrados en sus planes profesionales acaba en una ruptura que lo deja solo en una ciudad hostil, fría (muy fría…) y gris. A partir de ahí, la película se centra en su búsqueda de ese rincón inmaterial donde el hielo no se apodere de su corazón ni de sus sueños, y lo encuentra en Olga (Isabelle Renauld), una mujer mucho mayor que él, que le dará el calor y la seguridad que necesita para volver a encauzar su vida. 

La película se desarrolla a lo largo de los doce meses del año, pero el 75 % del calendario está dedicado a la estancia en Bélgica, donde tiene lugar la mayor parte de la trama y donde los personajes definen sus búsquedas, miedos e incoherencias. Es la parte más densa, a veces lenta y un poco pesada, la más profunda, pero que carece de fluidez. Una vez superada esta fase, el ritmo se acelera, al igual que las decisiones que cambian la vida (los nuevos horizontes de Miguel en Madrid y Barcelona…), culminando en un giro profesional y emocional que lo llevará de vuelta a ese refugio cálido y protegido, ese paisaje amistoso y acogedor, donde por fin puede ser él mismo.

Nominada a Mejor Película en el Festival de Cine de Valladolid, la película se nutre de la sensibilidad del director a la hora de retratar los sentimientos y de la siempre fiable y agradecida presencia de David Verdaguer, capaz de hacernos sonreír incluso en las situaciones más dramáticas.