Hay acontecimientos históricos que piden una nueva mirada al cabo de los años, para conseguir una visión de conjunto, para descubrir nuevos matices, para conectarlo con el tiempo presente… “Nuremberg” de James Vanderbilt se acerca a la historia desde una nueva perspectiva: la de un psiquiatra (Rami Malek) que debe tratar a Hermann Göring (Rus) juzgados por un Tribunal Internacional en Nuremberg entre el 20 de noviembre de 1945 y octubre de 1946.

El encargo que el psiquiatra asume supone compartir muchas horas y conversaciones con los procesados, traspasar los límites profesionales, interesarse por su vida y sus familias. Una relación que termina generando una extraña empatía y que incluso cuestiona su profesionalidad. Una tarea que le marcará hasta un punto difícil de prever, y que le arrastrará a un infierno de desastrosas consecuencias.

La película se adentra en esta tormentosa relación de forma fluida, y sólo en algún momento se hace algo más pesada de ver, en casi dos horas y media de duración. Las actuaciones de los principales protagonistas son majestuosas e impactantes, consiguiendo hacernos vivir el proceso de Nuremberg con toda su relevancia. El realismo es absoluto, y participamos incluso de las grabaciones cinematográficas que sirvieron durante el juicio como prueba de cargo, unos minutos que nuestra mirada querría ahorrarse pero que son necesarios para entender el horror que se juzgaba.

Y una reflexión que nos hace pensar: en las guerras no hay buenos o malos. La guerra es crueldad y muerte se mire como se mire, pero entonces y ahora, algunos actos son tan execrables que merecen un capítulo aparte, un juicio aparte, durante la II Guerra Mundial y en las decenas de guerras activas que existen ahora mismo en el mundo.  

Esta nueva mirada sobre ese juicio, extraordinario en su momento y por sus consecuencias, nos conecta con nuestro presente y nos reconecta con el esfuerzo siempre necesario de construir un mundo más justo, más ético, más en paz.