La llegada del Hijo del Hombre será como en tiempos de Noé: en los días anteriores al diluvio la gente comía y bebía y se casaban, hasta que Noé se metió en el arca. Y ellos no se enteraron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos. 

Así será la llegada del Hijo del Hombre. Estarán dos hombres en un campo: a uno se lo llevarán, al otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán, a la otra la dejarán.

Así pues, velad, porque no sabéis el día que llegará vuestro Señor. 

Y sabéis que, si el amo de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría velando para que su casa no fuese asaltada. Por tanto, estad preparados, porque este Hombre llegará cuando menos penséis. 

Oración por la pureza de intenciones: Que todas mis intenciones, decisiones y acciones estén dirigidas hacia Dios y al servicio de Él. 

Recuerda en tu imaginación a una persona a la que admiras por su atención en la vida, por su sentido de la vida, por entregarla conscientemente. 

Pide al Señor la gracia de vivir fructíferamente el Adviento 

La multitud de asuntos, el ritmo de vida, la imposibilidad de «escapar», la falta de tiempo para descansar, rezar, reunirse, construir vínculos, el «ajetreo»… Estamos absortos en la vida. ¿Pero es realmente vida? ¿Estamos en contacto con lo que realmente ocurre en nosotros y a nuestro alrededor? 

El Adviento, que hoy comenzamos, nos invita a detenernos, a mirar más profundamente, a leer los signos que aparecen en nuestra vida, para que no seamos como aquellos que, al observar a Noé construyendo el arca, se burlaban de él y no se daban cuenta de que también ellos debían preocuparse por salvarse del diluvio que se avecinaba. Ninguna crisis, ninguna infidelidad en la vocación elegida, ningún desánimo ni agotamiento llegan de repente. Tenemos que leer las señales que lo anuncian para prepararnos, para defendernos, para prevenirlo. 

Estar despierto significa, ante todo, no dormir. ¿Cuántas veces nos preguntamos por la mañana «¿has dormido bien?» ¿Y alguna vez hemos preguntado a alguien por la noche «¿has velado bien hoy?» Parece que dormir bien es más importante que velar. ¿Vivimos con atención, con lucidez, o en una especie de semisueño, un poco automáticamente, un poco por rutina, por costumbre? Somos hijos de la luz. No somos hijos de la noche ni de la oscuridad. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y mantengámonos sobrios (1 Tes 5,5-6). Seguramente esto es lo que tenía en mente el papa Francisco cuando, durante la Jornada Mundial de la Juventud, habló de la necesidad de levantarse del sofá y ponerse los zapatos para emprender el viaje. 

Durante el Adviento, volverá a repetirse a menudo la invitación a velar, a esperar, a estar atentos. Estas actitudes siempre están relacionadas con algún objeto, alguna dirección. Esperamos algo, a alguien, velamos por algo, por alguien; y también requieren detenernos, prestar atención a algo, a alguien fuera de nosotros mismos. 

¿Cómo es mi vigilia? ¿Qué o a quién espero? ¿Estoy sentado en el sofá o vivo y doy vida, tengo zapatillas o zapatos en los pies adecuados, listos para salir? ¿A qué me invita el Señor en este tiempo de Adviento que acaba de comenzar? 

Sabemos que Jesús ya ha venido. Nació en Belén, sufrió por nosotros y resucitó, nos salvó, envió a su Espíritu para que tuviéramos vida. Sin embargo, necesitamos abrirnos para recibir estos dones en nuestra vida. Cristo, el Salvador del mundo, debe ser acogido como mi Salvador; Cristo, la luz del mundo, debe convertirse en la luz de mi vida. Por eso necesitamos clamar para que venga a nosotros, necesitamos preparar nuestro corazón para que entre en él y sea acogido, para dar un sentido profundo a toda nuestra vida. 

Esperar al que viene y acogerlo exige una relación personal con Él. ¿Cuál es mi relación con Jesús? ¿Siento nostalgia por Él?