Lc, 12, 49-53
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
Vine a traer fuego a la tierra, y, ¡qué más quiero si ya ha prendido!
Tengo que pasar por un bautismo, y, ¡cómo me apuro hasta que se realice!
¿Pensáis que vine a traer paz a la tierra? No paz, os digo, sino la división.
En adelante en una familia de cinco habrá división: tres contra dos, dos contra tres.
Se opondrán padre a hijo e hijo a padre, madre a hija e hija a madre, suegra a nuera y nuera a suegra.

Como una zarza ardiendo se había presentado Yahvé a Moisés en el Horeb, el monte de Dios, como fuego que arde sin consumirse
“Yo soy “EL QUE SOY” había dado Yahvé por toda respuesta a Moisés cuando este quiso saber quién era el que le elegía y le enviaba a liderar y liberar al pueblo de los hebreos de la opresión del faraón. … Moisés dudó y vaciló, pero el fuego del “YO SOY” prendió en él, un fuego de autoridad y de liberación.
Esa liberación no se iba a dar sin lucha, sin sufrimiento, retrocesos y resistencias, al contrario. Y ese sería su bautismo, el de Moisés y el del pueblo.
Los Profetas de Israel también dejaron que prendiera en ellos el fuego, la verdad y el amor de Yahvé por su pueblo. Hoy, domingo, escuchamos en la primera lectura de la Eucaristía cómo Jeremías, fiel al Señor, pasó por el rechazo y la persecución por parte de aquellos a quienes había sido enviado. Y en la segunda, Pablo nos dice: “una nube de espectadores nos rodea” … Son todos los que con anterioridad a Jesús “murieron como creyentes” y “el mundo no era digno de ellos”. Muchos “llegaron a la sangre en su pelea contra el pecado”. Ese fue también su bautismo, el precio de la fe y el amor que les conducía.
Que no nos sorprendan entonces las palabras de Jesús: “Vine a traer fuego al mundo, y ¡qué más quiero si ya ha prendido!”… JESUS ES EL FUEGO, el AMOR DE DIOS mismo, el YO SOY el CAMINO, la VERDAD Y la VIDA. Tampoco nos extrañe que siga diciendo “no vine a traer la paz, sino división”
JESÚS va transformando muchas vidas, muchos corazones en los que el fuego ya ha prendido, pero vivió también en su carne la incredulidad, la cerrazón de otros muchos, la manipulación de sus palabras y hechos, la traición: “tengo que pasar por un bautismo y cómo me apuro hasta que pase”.
Presintió la división, el desconcierto, la persecución por la que también pasarían sus seguidores ¿por parte de familiares?, ¿de amigos?
Más adelante diría a los doce y nos dice a nosotros. “¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber?”
En una de las canciones de Taizé cantamos: ¡TU eres fuego, TU eres caridad! ¡Ven Espíritu de Jesús!
Eso es lo que podemos pedir hoy: que prenda en nosotros su fuego, su Amor hasta el extremo.
Ana ,me ha venido a la cabeza el tiempo compartido en Pamplona ( noviciado)