Soy Patricia del Águila, tutora y profe de Filosofía, Psicología, Ciudadanía y Aprendizaje social y Emocional en el cole de Granada, de donde soy antigua alumna.
Lc, 21, 5-19
En aquel tiempo, como algunos ponderaban los hermosos sillares del templo y la belleza de su ornamentación, les dijo:
—Llegará un día en que todo lo que contempláis lo derribarán sin dejar piedra sobre piedra.
Le preguntaron:
—Maestro, ¿cuándo sucederá eso y cuál es la señal de que está para suceder?
Respondió:
—¡Atención, no os dejéis engañar! Pues muchos se presentarán en mi nombre diciendo: Yo soy; ha llegado la hora. No vayáis tras ellos. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no tengáis pánico. Primero ha de suceder todo eso; pero el fin no llega enseguida.
Entonces les dijo:
—Se alzará pueblo contra pueblo, reino contra reino; habrá grandes terremotos, en diversas regiones habrá hambres y pestes, y en el cielo señales grandes y terribles.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, os llevarán a las sinagogas y las cárceles, os conducirán ante reyes y magistrados a causa de mi nombre, dándoos oportunidad de dar testimonio de mí.
Haced resolución de no preparar la defensa; yo os daré una elocuencia y una prudencia que ningún adversario podrá resistir ni refutar.
Hasta vuestros padres y hermanos, parientes y amigos os entregarán y darán muerte a algunos de vosotros; y todos os odiarán por mi nombre. Sin embargo, no se perderá ni un pelo de vuestra cabeza. Con vuestra constancia ganaréis vuestras vidas.
Esta lectura desde luego no deja indiferente, pero hoy elijo, en concreto, esta llamada:
«No preparar la defensa; yo os daré una elocuencia y una prudencia que ningún adversario podrá resistir ni refutar… no se perderá ni un pelo de vuestra cabeza. Con vuestra constancia ganaréis vuestras vidas.»
¿Cuántas veces soy capaz de dejar «mi defensa » en sus manos? ¿Creo de verdad que no corro peligro alguno estando con Él? ¿En todo este tiempo de andadura juntos, ha crecido esa confianza cierta, o he dejado que mengüe? ¿Dónde se apoya mi confianza, de verdad, en el día a día? ¿Cuánto hay de mi » yo» y cuánto de Él? ¿Cómo cambiarían las cosas si fuera de otro modo?
Hoy nos hablas de confianza, Padre. Y nos animas, de nuevo, a ponerla en ti. Ayúdanos a desprendernos de los miedos y las inseguridades que nos lo impiden. No dejes de guiñarnos desde cualquier sitio, de chincharnos en cualquier ocasión, de hacernos recordar, una y otra vez, dónde está la piedra firme, y comprender nuestros tambaleos cuando nos empeñamos en confiar tanto en nosotros mismos y tan poquito en ti.




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