Profesora de Secundaria del colegio Sagrado Corazón de Granada y miembro del Equipo de Pastoral
Lc 12, 35-40
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
Tened la cintura ceñida y encendidos los candiles. Sed como aquellos que aguardan a que el amo vuelva de una boda, para abrirle en cuanto llegue y llame. Dichosos los criados a quienes el amo, al llegar, los encuentre velando: os aseguro que se ceñirá, los hará sentarse a la mesa y les irá sirviendo. Y si llega a medianoche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.
Sabéis que si el amo de casa supiera a qué hora iba a llegar el ladrón, no le dejaría abrir un boquete en su casa. Pues vosotros también estad preparados, pues cuando menos lo penséis, llegará este Hombre.

Esta parábola del evangelista Lucas nos presenta una llamada a los cristianos para la vigilancia y atención en la relación con Dios, en tres partes:
1ª parte: “En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
Tened la cintura ceñida y encendidos los candiles. Sed como aquellos que aguardan a que el amo vuelva de una boda, para abrirle en cuanto llegue y llame.”
La llamada a la vigilancia en nuestra relación con Dios conlleva que sea en todo momento: “Sed como aquellos que aguardan a que el amo vuelva…” Y esto no es posible realizarlo al margen de nuestra vida cotidiana con un botón de encendido/apagado de vigilancia: Dios está presente /Dios no está presente en este momento de mi vida. La relación con Dios, y por añadidura con nuestros semejantes, conlleva un compromiso de confianza que hace que nada en nuestra vida se interponga a ese compromiso. Puedo hacer proyectos, divertirme, acompañar, exponer mis ideas…, pero la relación con Dios queda integrada en todo ello.
En este punto podemos preguntarnos: ¿Qué lugar ocupa Dios en mi vida? ¿Permanezco vigilante a su presencia?
Una vez que sabemos e integramos que Dios está presente siempre en nuestras vidas parece que la vigilancia está conseguida, ¿pero qué atención prestamos a esa vigilancia?: “Tened la cintura ceñida y encendidos los candiles”. Y esto no siempre lo llevamos a cabo. En muchas ocasiones oímos, pero no escuchamos, hay que prepararse bien para atender, despegarnos de las rutinas externas y acallar en nuestro interior los quehaceres, problemas y distracciones que nos impiden estar con todos los sentidos alerta para poder responder a Dios cuando nos llama: aquí estoy Señor, ¿qué necesitas de mí?
Reflexionamos: ¿Cuánto dejo mi vida en manos de distracciones (RRSS, correos electrónicos, llamadas, chats, visitas inesperadas, aburrimiento, sensación de agotamiento…)? Quizá sea el momento de empezar a cuidar esa atención a Dios, que conlleva un cuidado de nuestra propia persona.
2º parte: “Dichosos los criados a quienes el amo, al llegar, los encuentre velando: os aseguro que se ceñirá, los hará sentarse a la mesa y les irá sirviendo. Y si llega a medianoche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.”
Normalmente nos gusta una relación de reciprocidad con aquellos en los que depositamos nuestra confianza. Ser amigo de Jesús no se puede restringir a pedir su ayuda cuando la necesitamos o presentarnos contentos cuando hacemos algo muy bien, además tenemos que ser humildes para saber decirle: Aquí estoy Señor.
La parte que expresa el amor constante de Dios hacia el hombre es: Dichosos (o bienaventurados) los criados a quienes el amo, al llegar, los encuentre velando… En ese momento, Dios (Yahvé, yo soy el que estaré), cambia las tornas para ser Él, quien estará pendiente de nosotros.
3ª parte: “Sabéis que si el amo de casa supiera a qué hora iba a llegar el ladrón, no le dejaría abrir un boquete en su casa. Pues vosotros también estad preparados, pues cuando menos lo penséis, llegará este Hombre.”
En el contexto de los primeros cristianos, esperaban la segunda venida del Señor para que el Reino de Dios, ya presente, se realice plenamente y exhortaban a estar preparados y vigilantes para ello.
En nuestra vida cotidiana vigilamos y atendemos, con nuestro compromiso personal y nuestros talentos: nuestras profesiones y vocaciones, nuestras familias, nuestras amistades… Invertimos tiempo y esfuerzo para hacer planes a cuatro años para preparar planes estratégicos en nuestros trabajos, en un capítulo de una orden religiosa, en la educación de nuestros hijos y alumnos…
Si reparamos en todo esto, consiste en seguir el modelo de vida de Jesús, de actitud de servicio para el crecimiento personal y del bien común.
Podemos terminar valorando interiormente cómo está en este momento nuestra vigilancia como amigo de Jesús y nuestra atención ante lo que se requiere de nosotros en nuestro camino de fe.
No olvidemos que en esa reflexión, Jesús está con nosotros, extiende sus brazos, te acoge como eres y te acompaña en tu camino.
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