La Navidad ya está aquí. Dejamos atrás un año cargado de momentos de todo tipo y le damos la bienvenida a la época más mágica del año para celebrar, junto a nuestra familia y amigos, el amor, la esperanza, la ilusión y la generosidad, recordando el nacimiento de ese niño nacido en un pesebre de Belén hace más de 2.000 años. Si echamos la vista atrás, nos vienen a la mente infinidad de recuerdos entrañables de cuando nuestras máximas preocupaciones eran que no faltase una buena ración de nuestro turrón favorito encima de la mesa y que sus Majestades los Reyes Magos de Oriente nos trajeran todos los regalos que habíamos escrito en la carta.
Aunque puede que para algunos y algunas ese tiempo nos quede muy lejano, es fácil cerrar los ojos y viajar a esos maravillosos momentos de absoluta felicidad infantil. Seguro que en alguna parada de ese viaje encontramos un mero atisbo de cine navideño. La película que tenemos hoy entre manos no formará parte del olimpo de los dioses en cuanto a películas de Navidad se refiere. A cualquiera que le preguntemos conocerá Solo en casa (1990), Los Teleñecos en Cuento de Navidad (1992), ¡Vaya Santa Claus! (1994) o Un padre en apuros (1996) como clásicos de nuestra infancia o ¡Qué bello es vivir! (1946), La gran familia (1962), Gremlins (1984) y Love Actually (2003) como visionados imprescindibles de nuestra vida adulta.

Todas estas historias se han convertido en auténticas cintas de culto para disfrutar en familia acompañados de un buen chocolate caliente con una manta en el sofá casa. Oh. What. Fun. (¡Vaya Navidad!) (2025) es una buena película navideña, pero no será fácilmente recordada porque le falta esa magia propia de estas fechas. Entonces, ¿por qué analizarla en esta crítica? Es sencillo. Porque su mensaje central no se ha tratado en prácticamente ningún largometraje ambientado en Navidad y es ahí donde radica su magia y su casi obligada parada técnica. Debe ser tenida en cuenta, si en estos días de fiesta queremos disfrutar de una película menos conocida de este tiempo vacacional.
Claire Clauster es una abnegada madre de familia que lleva todo un año preparando los días de Navidad para que sean unas fiestas perfectas: comidas, adornos, entradas a espectáculos, dulces o solicitudes a Santa Claus. Sin embargo, sus hijos, más preocupados de sus propias necesidades como son el trabajo o las relaciones sentimentales, y su marido, tan acostumbrado a la presencia incondicional de su esposa, no reparan en que el verdadero motor de su Navidad es Claire. Todo este castillo de naipes se desmorona en el momento en que toda la familia comete un error garrafal e imperdonable: olvidar a su madre. Es en ese preciso momento cuando Claire se desvincula de su familia y empieza a ponerse en el centro de su propia vida para cumplir su verdadero sueño navideño.
Es cierto que no es la interpretación más destacada de Michelle Pfeiffer, pero su trayectoria y saber estar delante de la cámara hacen que toda acción y expresión sean muy convincentes. Además, hay que destacar que el resto del elenco, Felicity Jones, Chloë Grace Moretz, Dominic Sessa, Eva Longoria y Denis Leary, cumple con su cometido de manera más que satisfactoria, siendo muy convincente al mostrar la importante y muchas veces olvidada y vilipendiada figura de la madre. Unos hijos y un marido que anteponen en todo momento sus propias ideas, intereses y necesidades al cuidado, compañía y atención hacia su madre.
Puede que muchas madres que llevan ejerciendo ese papel desde hace relativamente pocos años o las que ya peinan canas como madres y ahora también interpretan el papel de abuelas se hayan sentido mínimamente identificadas con la protagonista de la historia. Aunque nos cueste admitirlo o no queramos verlo, una madre es el motor, el alma y el corazón de la vida en familia. No se pretende entrar aquí en conflictos de género, igualdad
o cualquier otra cuestión que denigre a nadie. La película tiene como objetivo ensalzar y poner en valor la encomiable labor de esas madres de familia que han dedicado, dedican y dedicarán sangre, sudor y muchas lágrimas de cansancio extremo a que su marido o pareja, sus hijos e hijas y demás familiares y amigos tengan, disfruten, vivan y recuerden siempre una Navidad mágica y única. Si la historia intentara vendernos el amor incondicional de los abuelos o la dulce inocencia de un niño, sería alguno de esos temas el que alabaríamos, pero ese no es el caso.
La película no se vende a sí misma como un clásico navideño, ni tampoco lo pretende. Quiere que reflexionemos sobre cómo vivimos nuestra vida en torno a nuestras familias. El mundo de hoy nos come. El reloj dicta su sentencia en cada minuto que nos arrebata y, al final del día, nos metemos en la cama con la sensación de no haber aprovechado, trabajado y vivido las horas como dueños y dueñas de nuestro tiempo. Pero, ¿nos hemos parado a pensar cómo lo hacían nuestras madres? Y no sólo nuestras madres cuando nosotros éramos pequeños, sino las madres con las que compartimos la vida a diario. Nuestras mujeres, nuestras hermanas, nuestras cuñadas o nuestras compañeras de trabajo. Son auténticas heroínas de nuestro tiempo. Casa, hijos e hijas, compras, trabajo, deporte, formación, amigos, estar al día de las noticias, cumplir con los estándares que marca la sociedad y un largo etcétera forman parte de una locura llamada día a la que, por más que lo intenten, llegan a todo sobre la bocina haciendo el mayor de los esprints finales. Ahora, a esa agotadora fórmula, vamos a sumarle las exigencias de conseguir una Navidad más que satisfactoria. Damas y caballeros, ¿no es para ponerles un monumento? Acertar con el punto de la carne, comprar la comida alternativa para ese familiar alérgico de la familia, elegir el sabor favorito del turrón y hablar con los Reyes Magos para que los regalos sean exactamente los que había en las cartas. Sinceramente, me quito el sombrero por el titánico esfuerzo de construir recuerdos bonitos a sus hijos e hijas.
Ahora vamos a analizar a las madres de antaño y a las abuelas de hoy. Conseguían hacer que la Navidad fuese nuestra época más entrañable, adorable y deseable del año. Me van a permitir que aquí aporte una visión más personal de este tema. Mi madre me llevaba a ver las luces, visitábamos belenes, poníamos el árbol, se interesaba por mi carta, compraba mi turrón favorito (el blando, por supuesto) y todo ello multiplicado por tres ya que somos tres hermanos. Siempre con sus labios pintados de rojo. Siempre con una sonrisa. Siempre mirándonos con ternura. Esos momentos no tienen precio ni los cambio por todos los regalos del mundo. Por desgracia, mi madre ya no está conmigo, pero todas las navidades la veo en las vivencias que tengo con mi mujer y mis hijas durante la Navidad y recuerdo con cariño su toque mágico. Si todavía tienen a sus madres, aprovéchense y disfrútenlas. Si, por el contrario, les pasa como a mí y la echan de menos, vivan la Navidad como ella hubiera deseado.
¿Qué es la Navidad? Pensar en los demás, compartir y sentirnos parte de algo hermoso como es una familia y, sin lugar a dudas, hay que tener en cuenta que no se puede dar por sentado que las personas que tenemos están ahí y nunca van a desaparecer. Oh. What. Fun. (¡Vaya Navidad!) (2025) es una película que nos evoca lo mejor de nuestra Navidad y como la vida rutinaria y estresante que llevamos junto con nuestros propios egoísmos pueden no hacernos conscientes de lo bonito que es tener a mamá cerca en estas fiestas. Yo la voy a volver a recordar en Navidad y sé que será la mejor forma de honrarla. ¡Feliz Navidad!



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