
Tras horas de vuelo, tiempos de espera en la estación y trenes eternos, llegué a mi casa. Mi madre me había dejado comida hecha y mi sofá me estaba esperando. Solo ahí pude descansar. Hasta que uno no está en zona segura, no escucha su cuerpo y las emociones que este trae consigo. Todos necesitamos un sitio donde sentirnos libres para ser y para hacer. Todos necesitamos un hogar. La migración es un constante cambio, gente y lugares pasan por tu vida, sin tener una casa a la que llegar, sin que nada permanezca. Pacientemente esperas a la libertad, esperas cumplir tu sueño, tu proyecto.
Con algo de miedo me descalcé para impregnarme de la realidad, enfrentarme a su dolor e intentar hacerlo mío. Para que la lucha sea conjunta. Entrelazando historias, creando lazos, fui poco a poco contagiándome de su fuerza, de su valor y su paciencia. Me dijeron una vez que aquello que se aprende desde la emoción, se olvida con más dificultad. Ojalá nunca se me olvide este deseo de amor universal, de migración digna, de crear una red de lazo y hacer un puente brazo con brazo.
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