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Qué papel podemos representar las familias en este nuevo escenario por Carmen Rosa Fernández, madre y maestra de FESB

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La pandemia del coronavirus ha cambiado nuestra manera de vivir, hemos tenido que adaptar nuestras rutinas, relaciones y  actividades profesionales a una nueva realidad que ha llegado sin previo aviso.

Después de unas vacaciones “diferentes”, en los colegios del Sagrado Corazón hemos abierto de nuevo las puertas comenzando un curso en dosis proporcionales de ilusión e incertidumbre. El miedo está ahí, es algo natural y no hay que negarlo, pero también la alegría del reencuentro y el optimismo al pensar que es momento de evolucionar.

Se habla de reinventarse, redefinirse, nueva normalidad…nos toca actuar en un nuevo escenario.

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Compartimos una identidad como miembros de la familia del Sagrado Corazón y ahora es el momento de mirar la realidad con los ojos de Sofía Barat, mostrar como ella lo hizo, valentía ante las adversidades, seguir aprendiendo y creciendo.

Puede que no sea fácil adaptarse a tantas novedades, pero en realidad ya hemos hecho gran parte de este camino. Basta con ver todo lo que hemos pasado y aprendido durante el confinamiento ¡Todo aquello a lo que ya nos hemos adaptado!

Centrada en mi doble rol como madre de hijas con diferentes edades (primaria, bachillerato y universidad) y maestra de Educación Infantil, me atrevo a reflexionar sobre algunos aspectos del aprendizaje y valores que nos pueden venir bien para afrontar la situación actual. No son nuevos ni extraños para nosotros, en absoluto, pero sí es cierto que hoy, más que nunca, son muy necesarios. ¿Cómo podemos poner nuestro granito de arena?

 Con los más pequeños cobra mucha importancia el tema de los hábitos saludables y las rutinas (lavado de manos, uso de gel, mascarilla…). Éstos aportan un mecanismo importantísimo de constancia y regularidad, por tanto son fundamentales tanto para la vida familiar como la escolar.

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Hoy, más que nunca, viene bien recordar a Darwin:

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No es la especie más fuerte la que sobrevive, tampoco es la más inteligente. La que sobrevive es aquella que se adapta mejor al cambio

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Respecto a nuestros adolescentes y jóvenes: cultivemos en ellos la responsabilidad y el esfuerzo, sin olvidar que ahora estamos conviviendo con el virus, que aún no ha desaparecido. En estas edades, en las que el abanico de relaciones sociales se amplía enormemente, deben saber que el cumplimiento de las normas sanitarias es algo vital. Ser responsable significa dejar a un lado las cosas que nos gustaría hacer por el bien común.

En este nuevo escenario, también tenemos la oportunidad de mostrar nuestra solidaridad en familia, cuidando, al estilo del evangelio, y protegiendo a los más débiles y vulnerables de nuestra realidad más cercana, los abuelos, que son quienes ahora más nos necesitan.

Durante el confinamiento hemos apreciado mucho más el valor de disfrutar del aire libre. Es momento de fomentar el juego y aprendizaje en la naturaleza. Favorezcamos ese contacto que es fundamental para la salud de nuestros hijos.

El uso de herramientas y plataformas educativas hicieron posible seguir con el proceso de enseñanza-aprendizaje durante el confinamiento. Los alumnos tuvieron que sumergirse en un mundo en el que se desenvuelven con total normalidad.  El uso diario de los móviles, ordenadores, tablets… en estas edades nos debería mantener alerta y propiciar una comunicación abierta con ellos sobre el uso de estos dispositivos, las redes sociales, privacidad, ciberbullying… para crear, ante todo un entorno seguro en internet.

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En este momento se hace indispensable el desarrollo de la inteligencia emocional. Animemos a nuestros niños y jóvenes a escuchar sus emociones y ponerles nombre. Aprendamos a saber lo que sentimos, a gestionarlo y a comunicarlo a los demás. Aceptemos y naturalicemos el miedo. Es normal sentirlo ahora y además, nos puede ayudar a estar más alerta y protegidos.

Esta inteligencia emocional será su escudo protector ante la adversidad y dotarles de estas herramientas, les servirá para enfrentarse a situaciones difíciles que se irán encontrando a lo largo de la vida.

La oración también se convierte en un medio para la expresión, desde los más pequeños, de las alegrías, tristezas, preocupaciones… Con ella estaremos elevando a Dios nuestro corazón con todo lo que hay en él. Ofrezcámosles a nuestros niños esta oportunidad para desarrollar la interioridad.

Por último, tengamos en cuenta que los adultos somos los primeros referentes de los niños por lo que nuestro comportamiento es el modelo que les guía. Podemos contribuir también a combatir el virus con nuestro ejemplo. Pongamos atención en lo que cada uno podemos hacer, más que en lo que los demás no están haciendo o están haciendo mal.

Ojalá sea ésta una experiencia que nos haga a todos mejores personas, más auténticas y comprometidas. Que nuestra fundadora, Sta. Magdalena Sofía, guíe a toda las comunidades educativas de nuestros colegios en este curso tan especial.

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