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Comentario de la liturgia

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domingo 10 de mayo

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por Pilar de la Herrán

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Evangelio: San Juan 14, 1-12

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Si me conocierais a mí, conoceríais también al Padre. Ahora lo conocéis y lo habéis visto.
  Le dice Felipe:
   —Señor, enséñanos al Padre y nos basta.
  Le responde Jesús:
   —Tanto tiempo llevo con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre: ¿cómo pides que te enseñe al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo no las digo por mi cuenta; el Padre que está en mí realiza sus propias obras.
  Creedme que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si no, creed por las mismas obras. Os lo aseguro: quien cree en mí hará las obras que yo hago, e incluso otras mayores, porque yo voy al Padre; No os turbéis. Creed en Dios y creed en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no, os lo habría dicho, pues voy a prepararos un puesto.
  Cuando vaya y os lo tenga preparado, volveré para llevaros conmigo, para que estéis donde yo estoy. Ya sabéis el camino para ir adonde [yo] voy.
  Le dice Tomás:
   —Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino?
  Le dice Jesús:
   —Yo soy el camino, la verdad y la vida: nadie va al Padre si no es por mí.

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“Señor, enséñanos al Padre y nos basta.” Las palabras que Juan pone en boca de Jesús, lejos de ser un misterio irresoluble son la manifestación de la cercanía de Dios.

En estos pasajes de Pascua Jesús ha desaparecido de su vida cotidiana, pero para los discípulos su presencia es más fuerte, más universal. Jesús con su vida les ha mostrado al Padre. “¡Tanto tiempo con vosotros…!” Y dedicado a Tomás y a todos nosotros: “A donde Yo voy ya sabéis el camino. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. En el  intento de vivir como Él entramos en comunión con el Padre.

Jesús ha vuelto del revés la idea de Dios. Un Dios que nadie puede imaginar por sí mismo. Accedemos a Él siguiendo su Camino. Nadie ha podido pensar en un Dios así; ninguna religión ha podido inventar el Dios de Jesús. Con la vida de Jesús  ha cambiado la imagen de Dios: “quien me ha visto a Mí ha visto al Padre”. Seguramente Tomás recordaría entonces ese “¡Señor mío y Dios mío!” con el que se rindió.

Jesús no vivió la vida por su propia cuenta sino  que se sintió siempre en comunión con el Padre. A eso nos invita la liturgia de hoy, a vivir la misma vida de Jesús, como promesa, como don y como tarea…como nuestros amigos voluntarios de Migra Studium que han acogido en su casa una y otra vez a un inmigrante y nos dicen: “vivimos una clara experiencia de acoger a Jesús”.

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