Soy Matilde Moreno rscj. Vivo en Torreblanca (Sevilla) y tengo mi corazón marcado por la presencia del pueblo haitiano, fuerte y sufriente, con quien sufrí y fui feliz durante 20 años
Lc 23, 35-43
El pueblo estaba mirando y los jefes se burlaban de él diciendo:
—Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si es el Mesías, el predilecto de Dios.
También los soldados se burlaban de él.
Se acercaban a ofrecerle vinagre y le decían:
—Si eres el rey de los judíos, sálvate.
Encima de él había una inscripción que decía: Este es el rey de los judíos.
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
—¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros.
Pero el otro lo reprendió diciendo:
—¿No tienes temor de Dios, tú, que sufres la misma pena? Lo nuestro es justo, recibimos la paga de nuestros delitos; este, en cambio, no ha cometido ningún crimen.
Y añadió:
—Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí.
Jesús le contestó:
—Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

“El pueblo estaba mirando y los jefes se burlaban de él”.
No pude seguir leyendo porque las imágenes se me agolparon atropellándose unas a otras.
Jesús en la cruz, hoy vuelve a estar en su patria, Palestina, crucificado y agonizante. Y los jefes se siguen burlando de él. Burla de los poderosos, que se sienten con derecho a decidir quién vive y quién muere, quienes son personas con derechos y a quienes hay que eliminar porque estorban. Burla de Hamás que utiliza a los indefensos como escudos humanos. Burla del que tiene derecho a cerrar fronteras para que la Autoridad Palestina no pueda participar, en igualdad de dignidad, en la reunión de la ONU.
“Y el pueblo estaba mirando”, como la mayoría de los que somos pueblo hoy que miramos, criticamos posturas, firmamos peticiones de condena, nos escandalizamos… y la mayoría ahí nos quedamos frente al holocausto que se repite, donde el masacrado de entonces es masacrador de ahora.
Hoy contemplamos a Jesús en la cruz, frente a los que condenan y a los que miran, enseñándonos a permanecer en el dolor que redime. El dolor de Jesús sufriendo la injusticia: “No encuentro en este hombre delito alguno” (Lc 21, 14). El dolor de Jesús siendo el chivo expiatorio: “Nos conviene que un hombre muera por el pueblo” (Jn 11,50). El dolor de Jesús afrontándolo con dignidad y coherencia ante los que fueron a contemplar el espectáculo:” Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate!”.
Y, sobre todo, el dolor que no le impide salir de sí para escuchar al que tiene al lado, sufriendo como él: “¡Acuérdate de mí! …” y que acoge en el abrazo de sus brazos extendidos, con la inmediatez del amor urgente y sin poner condiciones ni preguntar por arrepentimientos: “Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”.
Hoy es ese Jesús que vemos durmiendo en nuestras calles, el que llega desorientado a nuestros barrios sin conocer lengua ni costumbres, la que amamanta a su bebé en el autobús mirándolo con ternura, pero con el alma rota por el calvario de la travesía y de la trata. Es ese Jesús el que hoy está condenado a muerte, porque el Jesús que nació de María, quiso quedarse entre nosotros, no solo en el pan y vino de la Eucaristía, sino en el que sufre y espera nuestra ayuda: “Cuando hacéis el bien a uno de mis hermanos pequeños. A MÍ ME LO HACÉIS”.
Creo que, en nuestra oración de hoy, basta con quedarse en silencio, dejando que el dolor de nuestro mundo roto y bendecido, traspase nuestro corazón y lo vaya conformando con el de Jesús para poder ir aprendiendo sus sentimientos y su entrega.
Y, para terminar, agradezcamos lo que la experiencia de tantos siglos de seguimiento de Jesús nos dice: en medio del mayor sufrimiento, siempre podremos descubrir la resurrección que se abre paso a empujones. Aunque parezca imposible, si estamos en la cruz con Jesús, podremos escuchar, aunque sea como un leve susurro, su promesa al compañero: “Hoy mismo estarán conmigo en el paraíso”.



Gracias ! Matilde muy hondo y «aterrizado» tu comentario
Sin duda nos conmueve y ayuda
GRACIAS!