El pueblo estaba mirando y los jefes se burlaban de él diciendo: 
   —Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si es el Mesías, el predilecto de Dios. 
  También los soldados se burlaban de él. 
   Se acercaban a ofrecerle vinagre y le decían: 
   —Si eres el rey de los judíos, sálvate. 
  Encima de él había una inscripción que decía: Este es el rey de los judíos. 
  Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: 
   —¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros. 
  Pero el otro lo reprendió diciendo: 
   —¿No tienes temor de Dios, tú, que sufres la misma pena? Lo nuestro es justo, recibimos la paga de nuestros delitos; este, en cambio, no ha cometido ningún crimen. 
  Y añadió: 
   —Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí. 
  Jesús le contestó: 
   —Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso. 

“El pueblo estaba mirando y los jefes se burlaban de él”.