El 4 de octubre de 1975, en la festividad de san Francisco, amigo de los pobres, nuestros hermanos salesianos daban comienzo a una historia muy bonita en uno de los barrios que acababa de nacer en las afueras de Barcelona. Una comunidad formada por cinco salesianos se acomodó en un piso, como un vecino más, junto a un montón de familias llegadas de rincones pobres de España, cargadas de hijos y de problemas y que carecían de casi todo. Seguro que Don Bosco les esperaba aquí, para que realizaran una de sus tareas predilectas: educar y amar especialmente a aquellos niños y jóvenes que la pobreza les tiene marginados.

A lo largo de estos 50 años la comunidad salesiana ha ido sembrando proyectos educativos de todo tipo, ha colaborado en las dos parroquias del barrio comunicando el mensaje de Jesús y ha atendido a una población sedienta de esperanza y compañía, con la disponibilidad, creatividad y alegría que les caracteriza.

La Eucaristía y la fiesta de ayer reunió un buen número de salesianos, algunos representantes de las entidades del barrio, colaboradores y muchos amigos, que queríamos celebrar el evento y dar gracias a Dios y a ellos por tantos dones recibidos a lo largo de esos 50 años. Se recordó el comienzo de esta aventura y el paso de Dios en esta misión tan entrañable, con la mirada y el corazón abierto a un futuro que sigue hambriento de cordialidad, de acogida y de la esperanza de un mundo mejor.