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Comentario de la liturgia

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domingo 14 de agosto

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por Ana María Menéndez Fernández 

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Profesora de Matemáticas y Religión en Secundaria del colegio Sagrado Corazón de Pamplona

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Evangelio: San Lucas 12, 49-53

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Vine a traer fuego a la tierra, y, ¡qué más quiero si ya ha prendido! 
  Tengo que pasar por un bautismo, y, ¡cómo me apuro hasta que se realice! 
 
  ¿Pensáis que vine a traer paz a la tierra? No paz, os digo, sino la división. 
  En adelante en una familia de cinco habrá división: tres contra dos, dos contra tres. 
  Se opondrán padre a hijo e hijo a padre, madre a hija e hija a madre, suegra a nuera y nuera a suegra. 

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La palabra del evangelio no se separa ni un metro de la realidad. QuiEn vive con pasión, con fuego en el corazón, va prendiendo todo a su alrededor, así Jesús nos lo recuerda. No es posible vivir la vida con intensidad y salir indemne.  No es posible vivir el evangelio y que nada cambie, que no surjan conflictos. El evangelio y el mundo de Jesús eran incompatibles, también el nuestro está necesitado de testigos que prendan fuego para que ardan tantas cosas que no funcionan a nuestro alrededor.  

La realidad nos está interpelando continuamente y no podemos permanecer impasibles, mirando desde la barrera. Algo tiene que hacerse, algo tiene que cambiar y, ¿qué ocurre con los que no quieren que nada cambie? Pues que se resisten y surge la diferencia y, más tarde, el conflicto y, por último, la división.   

Las palabras de Jesús incomodan y qué bueno que sea así porque algo en nosotros sabe que tiene razón, que vivir de verdad es incómodo, nos descoloca y nos pone en camino. También tenemos asegurada la paz en el fondo del corazón frente a las divisiones y las tormentas.  

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