SEMANA SANTA 2020

Domingo de Ramos

«Cuando entró en Jerusalén se dirigió al templo y observó todo a su alrededor pero, como ya era tarde, se fue a Betania con los doce» (Mc 10, 11).

       Un viaje  tan largo para un desenlace tan breve; tantos preparativos para una llegada que no suscita ninguna reacción; tanta solemnidad para entrar ahora en la ciudad a pie, sin cabalgadura, sin compañía y sin  tumulto: un hombre solo entrando como Hijo en ese espacio en que late la presencia de aquel a quien llama Padre y que le ofrece tienda para hospedarse (Sal 15,1), recinto protector en el que guarecerse durante el peligro, escondite en el que abrigarse (Sal 27,5).

     «Escucha, Israel: el Señor tu Dios es Uno»: el Dios que es uno pide la respuesta de un corazón entero, único, no dividido y es eso lo que Jesús pone ante el Padre: ha dejado atrás cualquier pretensión de disponer de sí, cualquier  previsión, estrategia o búsqueda propia. Está más allá de toda preocupación o inquietud: «Una sola cosa pido al Señor, eso voy buscando: habitar en su casa todos los días de mi vida…» (Sal 27,4).

Ha llegado para él el momento de  descansar solo en Dios, de poner en Él solo la esperanza  (Sal 62,6).

Ha llegado para él el momento de descansar solo en Dios, de poner en Él solo la esperanza (Sal 62,6). Clic para tuitear

Dolores Aleixandre

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